Suicidio en Yucatán: Atención y prevención.

Cada año, miles de personas se quitan la vida y otras más lo intentan, a pesar de no consolidarse el acto también se debe considerar en los análisis y estadísticas a las tentativas que, al igual que las consumadas, se convierten en casos trágicos y alarmantes dentro de los entornos familiares y socioculturales pues repercuten en la manera en como se percibe a la sociedad, a las comunidades y a las políticas públicas de atención al suicidio. Es un fenómeno que no discrimina edad, condición económica, raza o religión, pues está presente en todo el mundo.

Ciertamente, en unos países más que en otros, y en México el suicidio se ha convertido en un problema de salud pública, ya que, de acuerdo con los registros de la Secretaría de Salud, las tasas de muertes por suicidio han ido en aumento año con año.

De acuerdo a las cifras presentadas recientemente por Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), nuestro estado ocupa el tercer lugar a nivel nacional con mayor tasa de suicidios con 10.2 por cada 100 mil habitantes lo que debería prender los focos rojos para las autoridades e implementar con responsabilidad acciones, programas y campañas que tengan por finalidad disminuir la cifra de esos decesos.

De no contar con programas eficientes para la prevención del suicidio, será necesario contar con herramientas y recursos aplicables a los casos en concreto que permitan reducir la tasa de suicidios y, lamentablemente, la población joven ha sido la más vulnerable, por lo que habría que identificar las causas y condiciones por las que se desarrollan los pensamientos suicidas y, en consecuencia, abordar nuevas estrategias de prevención y de atención a la salud mental.

De acuerdo con algunos especialistas, el suicidio practicado por la población joven yucateca se debe a diversos factores relacionados con problemas familiares, sentimentales o económicos; sin embargo, se considera que, a pesar de ser un grave problema de salud pública, si es posible la prevención mediante políticas comunitarias de atención a  la salud mental, no obstante, es fundamental la capacitación del personal de salud y replicar el mensaje ante la ciudadanía para que participe, se involucre y se creen redes de apoyo dentro de las propias colonias para detectar oportunamente casos de depresión, ansiedad u otros trastornos mentales que con la pandemia por COVID-19 se agudizaron a nivel global.

Aseguran los expertos en la materia que es posible prevenir los suicidios adoptando medidas a nivel de la población, de determinados grupos poblacionales y del individuo. La Organización Mundial de la Salud, (OMS) recomienda distintas intervenciones de eficacia demostrada que se basan en la evidencia: Restringir el acceso a los medios utilizados para suicidarse (por ejemplo, los plaguicidas, las armas de fuego y ciertos medicamentos), educar a los medios de comunicación para que informen con responsabilidad sobre el suicidio, desarrollar en las  personas adolescentes aptitudes socioemocionales para la vida, detectar a tiempo, evaluar y tratar a las personas que muestren conductas suicidas y hacerles un seguimiento.

De acuerdo con la fundación estadounidense para la prevención del suicidio American Foundation for Suicide Prevention, (AFSP), para poder prevenir el intento de suicidio en las personas adolescentes es importante aprender cuales son las señales de advertencia, por lo que mantener una comunicación abierta con el adolescente y sus amigos brinda una oportunidad para ayudar.

Sin duda, existen varios factores y manifestaciones que pueden ser alertas de conductas suicidas; sin embargo, la detección no siempre es sencilla, de ahí la importancia de la sensibilización y capacitación en la problemática. No obstante, se ha determinado que las personas que demuestran desesperanza ante la vida tienden más al suicidio que incluso aquellas que se les ha diagnosticado depresión.

De acuerdo a la Mental Health America, (MHA) un alto porcentaje de las personas que se suicidan dan indicios de sus intenciones en algún momento. Hablan del suicidio, amenazan con cometer suicidio o llaman a los centros de atención y ayuda de crisis. Por ello, es importante estar atentos a las señales de advertencia que se pueden presentar particularmente en las infancias y adolescencias como sentimientos de tristeza, bajo rendimiento escolar, cambios en el apetito, inestabilidad emocional, entre otras.

Es imperante que los gobiernos reconozcan las causas del suicidio y empiecen a proteger a los grupos más vulnerables, realizando y desarrollando campañas de prevención e informativas en las colonias, comisarías, medios de comunicación y redes sociales; entrenando al personal de salud, al personal educativo y en general, a la sociedad para saber cómo actuar, qué hacer y cómo asistir o reaccionar ante una situación de riesgo de suicidio, además de promover los centros de ayuda de crisis y proveer de atención a la salud mental de manera gratuita o a muy bajo costo en el propio Sistema Nacional de Salud.

El suicidio no es solo un problema para los gobiernos o autoridades, es un problema serio de salud pública que está restando integrantes de la ciudadanía, razón suficiente para conjuntar esfuerzos entre la sociedad civil, las instituciones de salud y las familias para ponerle la atención adecuada a las señales de alerta y así, reincorporar a las personas que sienten que ya no son parte de una comunidad y deciden quitarse la vida.

La prevención del suicidio es posible, solo falta voluntad de todas las partes para configurar una estructura sólida que abrace a aquella o aquel que ya no se siente parte del tejido social y con acompañamiento terapéutico, se rescate a las personas que hoy necesitan una esperanza para continuar con las ganas de vivir.

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