Con cierta regularidad he leído en periódicos, escuchado en platicas de café y en reportajes televisivos esta palabra: Antisistema.
Hoy en día el uso de prefijos como “contra” o “anti” para tener una posición contraria a lo “oficial” es cada vez más frecuente.
En política es un mensaje redituable para algunos, según la perspectiva de la que se observe. La corrupción, la falta de oportunidades, la impunidad y discursos que nadie cree alrededor del mundo, son a decir de muchos las razones del antisistema.
El tema no es nuevo, hace algún tiempo políticos de todas partes lo han posicionado en el ánimo del elector por ser un tema que se vende muy bien en las campañas políticas electorales, pidiendo el voto al elector con el argumento “soy como tu”. De ahí que hay que tener cuidado con ese falso discurso que se repite una y otra vez por todo el orbe.
El riesgo del discurso antisistema recae en el peligro de querer sacar ventaja de una situación que se presenta como desastrosa e irremediable y que aquellos políticos alientan con tal de obtener adeptos. Ir en contra del sistema no es lo mismo que ir contracorriente. Desde luego el hacer contrastes en las formas de gobernar es de lo mas natural, así es una competencia democrática, pero los actuales discursos antisistema se sitúan mas bien como una velada amenaza a la democracia porque pocas veces proponen mejorar el sistema que critican, pareciera que lo único rentable es “criticar por criticar.”
Es mi consideración que el cambio que necesitamos no debe hacerse desde fuera de la democracia, sino desde dentro del orden, incluir cada vez mas a la ciudanía en los temas de gobierno, política y economía y con esto mejorar la relación entre los ciudadanos y gobierno. Hoy existe una crisis de pérdida de confianza no solo en los partidos políticos, sino en todas las instituciones, datos estadísticos recientes revelan que las instituciones nunca habían estado tan deterioradas como ahora, en términos de imagen.
Pero el alentar la animosidad, la irracionalidad, el desaliento en las políticas de gobierno sin razones claras, sin proponer ideas de cambio reales, solo son una tramposa treta para contar con el apoyo del ciudadano y esto no hace mas que acrecentar la brecha entre la ciudadanía y el gobierno.
Con todas las desventajas que este divorcio implica, un “todo esta mal”, sin propuesta, no fortalece a nuestro sistema social.